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LUZ Y SOMBRA DEL ‘MILAGRO’ ECONÓMICO PERUANO

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MINERIA

El perú está calato. Andrea Stiglich y Carlos Ganoza plantean en su libro que pese a logros a nivel macroeconómico, deficiencias en instituciones políticas y judiciales han impedido un real desarrollo de la economía nacional del 2003 al 2013.

Relata Hans Christian Andersen, en uno de sus famosos   cuentos, que un vanidoso emperador, demasiado confiado en sus capacidades y aficionado a la alta costura, se enfundó en un vestido cuya tela era, al parecer, invisible.

Relata Hans Christian Andersen, en uno de sus famosos   cuentos, que un vanidoso emperador, demasiado confiado en sus capacidades y aficionado a la alta costura, se enfundó en un vestido cuya tela era, al parecer, invisible.

¿Por qué hizo tal disparate? Un par de estafadores le habían hecho creer que dicho material solo lo podían ver las personas inteligentes. Entonces el rey, con aquel vestido invisible, y para no parecer un tonto (porque él no era capaz de verlo tampoco), desfiló desnudo antes su pueblo.

La misma situación de ‘ilusión’ experimentaría nuestro país en materia económica: el Perú, al igual que aquel emperador, estaría ‘desnudo’.

«Los diez años de bonanza económica, entre 2003 y 2013, crearon la ilusión de que el Perú está vestido con un ropaje de progreso, pero aún hay ángulos desde los cuales se le ve impúdicamente calato», afirman los economistas peruanos Carlos Ganoza Durant y Andrea Stiglich Watson en el libro El Perú está calato (editorial Planeta, 2015).

Los mencionados autores indican que el país sí ha obtenido logros a nivel macroeconómico que lo han colocado en una posición más sólida que en décadas anteriores. El problema –la desnudez– se deja ver desde el lado de la política y las instituciones, afirman, producto de las trampas en las que hemos caído.

Una cadena de trampas

La primera de estas trampas se refiere al falso ‘milagro’ en el que se creyó que el crecimiento acelerado en la ‘década de oro’ de nuestra economía se debió a políticas internas, cuando en realidad jugaron factores externos que ya se agotaron y que no solo beneficiaron al Perú en su momento, sino al resto de la región.

«En este punto hay dos elementos: los precios de las materias primas que fueron impulsados por la demanda china (ver gráfica Nº 1) y las bajas tasas de intereses que alimentaron el incremento de la inversión privada que también estuvieron influenciadas por el crecimiento de China y la política monetaria de Estados Unidos», explica Ganoza.

Stiglich (quien es editora general de Semana Económica) agrega que en realidad nunca existió un ‘milagro’ económico y eso se refleja en el crecimiento de la inversión y el empleo, que sí se dio, pero no al ritmo de un real ‘milagro’. Agrega que la productividad en nuestro país aún es muy baja y esa es la segunda trampa.

«En esa década, el PBI tuvo un crecimiento promedio de 6,4 puntos porcentuales y, de esa cantidad, la productividad representa el 1,7%. Sin el crecimiento de la productividad habríamos estado solo en 4,7%. Igual entonces habría sido una tasa muy buena. En los países que sí tuvieron un real milagro económico que los llevó a niveles sostenibles de desarrollo, como Chile, su crecimiento era cercano a los 4 puntos porcentuales», detalla Ganoza.

Un problema de la baja productividad es la informalidad. Este punto, o tercera trampa, es importante pues, en el Perú, el 60% de la población económicamente activa es ‘informal’ dentro de empresas informales.

Lo que sugieren los autores es estimular el crecimiento de las empresas formales para absorber la mano de obra de los informales y quedar bajo la regulación laboral. Stiglich indica que no será una transición difícil pues el ingreso de los informales no ha crecido como el de los formales y, a aquel grupo, esta situación le genera frustración (ver gráfica Nº 2).

Es así que la informalidad, continúa, es caldo de cultivo para propuestas populistas y, paso seguido, se engendra la siguiente trampa: «Dada la insatisfacción, los informales tienden a buscar candidatos que les den respuestas muy específicas para ellos en lugar de propuestas públicas a largo plazo, y eso va acompañado con el debilitamiento de los partidos que se han fragmentado».

El rol de los partidos

Aquí entran a tallar las agrupaciones políticas que muchas veces se constituyen ‘en base a intereses particulares’ y de corto plazo en especial en el interior del país a causa del canon de diversas actividades extractivas (ver gráfica Nº 3).

«Los partidos tradicionales tampoco se salvan pues terminan invitando a un montón de independientes a sus filas. En el Congreso, la mitad ha sido invitada por el partido que los aloja y son personas que no rinden cuenta a la autoridad partidaria», critica la economista.

Y ese filtro poco exigente da pie a la corrupción, pues, como hace recordar Ganoza, facilita la infiltración de grupos ilícitos en la política: «El caso del presidente regional de Madre de Dios y sus vínculos con la minería ilegal, o César Álvarez son claros ejemplos».

Ante este panorama, los medios de comunicación suplen el rol de las debilitadas instituciones judiciales. Los medios, aclara Stiglich, son actores de defensa aunque no debe recaer entera responsabilidad en ellos para velar por los derechos de los ciudadanos.

La corrupción, continúa Ganoza, deriva en impunidad y a su vez en el aumento de la inseguridad ciudadana. El economista refleja cómo esta trampa es percibida por el pequeño empresario, aquel que es dueño de su restaurante, bodega o cabina de internet: «Cada día se siente más vulnerable a que lo asalten. Encima, vive lejos del lugar donde trabaja y tiene que lidiar con un transporte público que no funciona: gasta dos horas en ir y regresar (en total cuatro horas movilizándose), es como un impuesto del 50%, cuatro horas sin poder trabajar, mientras tanto ve que los políticos se pelean por cosas que, para él, son irrelevantes».

Para Ganoza es preocupante cómo mucha gente aún piense que el Perú ‘está muy bien’ cuando se tiene pendiente el mejoramiento de la seguridad ciudadana, cuando existe corrupción en los gobiernos subnacionales, cuando la desaprobación del Poder Judicial y el Congreso no ha mejorado nada en los últimos diez años.

Cómo vestir al calato

Al final del relato del nuevo traje del emperador, un niño del pueblo que observaba el desfile real desenmascaró la farsa al exclamar: «¡Pero si el rey no lleva nada!». ¿Aún estamos a tiempo de revelarle la verdad al enceguecido emperador?

Ambos economistas coinciden en que este año preelectoral es el indicado para que la ciudadanía exija a los candidatos llevar a cabo reformas en las instituciones políticas y judiciales: los puntos desnudos.

Una de ellas es el fortalecimiento y concentración de los partidos políticos que no solo participen en las elecciones presidenciales sino que también sean activos en la política regional y local. Asimismo los partidos deben contar con mecanismos que faciliten la renovación de líderes que sintonicen con las necesidades del electorado. «Solo partidos estables, de gran alcance y representativos, pueden ser buenos vehículos para canalizar demandas ciudadanas y convertirlas en políticas públicas que generan bienestar», citan los autores en la publicación.

En cuanto a las instituciones judiciales, recomiendan que se mejore la calidad de jueces y fiscales mediante una carrera meritocrática, con incentivos para los que actúen con independencia y eficacia. También se deberá dotar de transparencia al Poder Judicial, Ministerio Público, Consejo Nacional de la Magistratura, para que su trabajo sea visible al ciudadano y rindan cuentas a la sociedad civil.

Ojo, que hay que saber hasta cuando actuar. «Exigir estas reformas después, cuando hay un presidente electo, ya tiene muy pocos incentivos para el nuevo gobierno si no se ha comprometido a hacer algo al respecto», advierte Stiglich. Y claro, darles solidez a las instituciones mencionadas líneas arriba debe ser un consenso de la derecha e izquierda peruana para que la economía mejore, coinciden ambos.

Enfoque

Aquí se plantea una provocación – Beatriz Boza, Asociada de Ernst & Young.

Es interesante que en el libro se planteen preguntas necesarias para reevaluar todo lo que hemos hecho bien y podemos hacer mejor sobre todo en el aspecto institucional, porque hemos creído que la economía, la política y la vida ciudadana iban cada uno por su cauce. Creo que nada de lo que dice el libro es novedoso porque ya antes se había dicho, pero los autores dan fe de estos pronunciamientos. Sin embargo, lo novedoso de lo expuesto por Ganoza y Stiglich es desde dónde lo plantean y no es un ‘hay que…’ u ‘otros tienen que hacerlo’. Los autores se involucran diciendo ‘aquí tenemos que hacer algo’ y toman un rol de liderazgo y exponiéndose a las críticas al plantear esta provocación. Ellos no están diciendo ‘esta es la única receta’, más bien plantean una serie de preguntas para que nos las hagamos nosotros y dialoguemos, no en clave de sol, sino de fa.

En cifras

2,4% fue la tasa de crecimiento de la productividad en el Perú, comparada con el 4,3% en el milagro chileno.

16,4% fue el peso de la inversión en el PBI en 2003 en nuestro país. La cifra se elevó a 26,6% en el año 2013.

Datos

– Para Ganoza es preocupante cómo muchos piensan que el Perú ‘está muy bien’ cuando existe inseguridad ciudadana, corrupción en los gobiernos subnacionales y desaprobación del PJ y el Congreso.

– Ellos coinciden en que este año el ciudadano debe exigir a los candidatos realizar reformas políticas y judiciales: los puntos desnudos.

Fuentes: Diario La República

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